Aquí apretado, contemplando el claro y potente cyan del cielo troposférico. Veo personas leyendo, viendo películas, escuchando música, durmiendo. Pero todavía, en los muchos viajes que he hecho, no he visto nadie escribiendo en un papel.
miércoles, 10 de julio de 2013
jueves, 4 de julio de 2013
¿Por qué cualquier tiempo pasado nos parece mejor?
Siempre que miramos atrás, siempre que visualizamos tiempos pasados, tenemos la falsa creencia de que esos hechos ya acaecidos eran sencillos. Creemos que aquella época de hace cinco, siete, quince, veinte años era menos complicada que la que vivimos actualmente. Deseando incluso volver a esa época ya pasada; y de ahí la frase "cualquier tiempo pasado parece mejor". Y aunque en la frase se menciona que solo "parece", la mayoría de las personas se obcecan en sustituir este aclaratorio verbo por el de "ser": "cualquier tiempo pasado es mejor". No nos confundamos, cualquier tiempo pasado parece, pero no es mejor.
Este engaño es muy potente debido a la certidumbre que ofrece el pasado. La certidumbre nos da seguridad, y nosotros queremos sentirnos seguros. Pero cuando nosotros vivíamos en esa época pasada también nos sentíamos como ahora; perdidos e inseguros. Mas al cabo de un par de años, y por el simple hecho de conocer nuestro devenir, veremos esta etapa actual, que será la pasada, mejor y más sencilla.
Afrontemos nuestro futuro con valentía, sopesando lo bueno y lo malo. Puede que el futuro sea peor que el pasado, es cierto. Pero también existe la posibilidad, y no tan remota como nos suele parecer, de que el futuro sea mejor. No nos dejemos engañar por la falsa seguridad de la certidumbre del pasado.
El reino de las musas
Imposible pero verosímil. Extraño pero familiar. Siniestro pero alegre. Desconcertante pero aclaratorio. Navegas por un submundo profundo y desconocido que te lleva a miedos y placeres ocultos en tu ser. Inspiración absoluta que encontramos a medio camino entre lo imaginativo y lo lógico. Fugaces ráfagas de locura que penetran tu sentido común, nublando el cristal opaco de los convencionalismos y los modelos.
Vivencias muy intensas apenas recordadas, constructor improvisto de ilusiones, usurpador de ideas propias. Como si de una película se tratase evocas y destruyes fotograma a fotograma, rápido e intermitente.
Recuerdos falsos perturbados por el eco del ello. Encerrado en su jaula de cristal opaco, vejado e ignorado. Eres el alivio de un instinto longevo. Eres el castigo de una razón joven. Eres la continuación de la vigilia en la noche.
Vivencias muy intensas apenas recordadas, constructor improvisto de ilusiones, usurpador de ideas propias. Como si de una película se tratase evocas y destruyes fotograma a fotograma, rápido e intermitente.
Recuerdos falsos perturbados por el eco del ello. Encerrado en su jaula de cristal opaco, vejado e ignorado. Eres el alivio de un instinto longevo. Eres el castigo de una razón joven. Eres la continuación de la vigilia en la noche.
Arte y ciencia
Cierto es que no son iguales, mas hoy en día nos empecinamos demasiado en establecer su inexistente oposición. El arte y la ciencia no son tan dispares como creemos. Siempre hay algo de ciencia en el arte, o algo de arte en la ciencia. La posibilidad de complementarlas potenciaría a ambas enormemente en un sinfín de recursos, ideas y creaciones.
Un arquitecto que sobre el papel eleva un futuro edificio, un pintor que plasma el reflejo de la luz visible, un bailarín que impulsa grácilmente sus fibras musculares, un músico en busca de la proporción musical.
El arte es el atractivo de la creación humana, la ciencia es el análisis de dicha creación. El arte es la pasión carnal, y la ciencia la sana amistad; ambas hermosas formas de amar con reglas y compromisos distintos.
La ciencia son los cimientos que sostienen la casa. El arte es la decoración que alegra el hogar.
Inteligente creatividad
La inteligencia supone ciertas aptitudes fáciles de establecer: memoria, comprensión, comunicación... pero dejamos de lado la creatividad. Por desgracia, no se puede enseñar a ser creativo, y aunque así fuera, en la educación pública parece interesarles bien poco la creación original de sus alumnos. Atrofiándose irremediablemente esa aptitud de la inteligencia tan única e infravalorada.
¿Son más inteligentes las personas que saben resolver problemas matemáticos, o las personas que saben componer, de la nada, una canción? La creación nos hace únicos. Somos capaces de alterar y modificar nuestro entorno con nuestra creatividad. El espíritu creativo te atrapa y te embriaga con sus infinitas posibilidades y su tierno aroma a desafío.
La creatividad proporciona liberación a nuestra inteligencia, plasmándose la misma en el mundo físico, tangible, observable. La inteligencia nos da la creatividad. Y la creatividad nos ofrece que, desde la nada, hagamos todo.
¿Son más inteligentes las personas que saben resolver problemas matemáticos, o las personas que saben componer, de la nada, una canción? La creación nos hace únicos. Somos capaces de alterar y modificar nuestro entorno con nuestra creatividad. El espíritu creativo te atrapa y te embriaga con sus infinitas posibilidades y su tierno aroma a desafío.
La creatividad proporciona liberación a nuestra inteligencia, plasmándose la misma en el mundo físico, tangible, observable. La inteligencia nos da la creatividad. Y la creatividad nos ofrece que, desde la nada, hagamos todo.
Moribundo
<<Cuando haya llegado esto a sus manos, significará que ya no estaré. Y aunque quisiera despedirme de todos y cada uno de mis allegados, no puedo. Así que, he elegido a las dos personas más importantes de mi vida: mi mujer Elena y mi hija Marta. No sé como explicar exactamente lo que me impulsa a hacer esta locura, a marcharme, a dejarlas solas. Pero sé que tengo que hacerlo, pues ya no aguanto más, como si una fuerte presión se incrustara en mi pecho. Quiero darles las gracias por estar ahí cuando yo las necesitaba, y siento mucho no poder corresponder ese cuidado y dedicación que me ofrecieron en su momento. Ya estoy mayor. Sé que suena a excusa, y seguramente lo sea, pero ya tengo setenta y cinco años, y sé que mis energías no dan más de sí. Por eso les pido que me perdonen, y me guarden en su corazón. Les quiero>>.
- Mire esto inspector. El hombre dejó una carta.
- Interesante. Es una carta de despedida para su mujer e hija.
- Pero no consta que este hombre se haya casado o haya tenido hijos.
- Pobre hombre. Escribiendo emotivas cartas a personas que no existen. Vamos Rodríguez, hay que llevar el cadáver al depósito.
(Tres días más tarde)
- Mire esto inspector. El hombre dejó una carta.
- Interesante. Es una carta de despedida para su mujer e hija.
- Pero no consta que este hombre se haya casado o haya tenido hijos.
- Pobre hombre. Escribiendo emotivas cartas a personas que no existen. Vamos Rodríguez, hay que llevar el cadáver al depósito.
Tres caras de una misma moneda
PRÓLOGO
Podría cuestionarme cuándo empezar, dónde empezar y cómo empezar. A mí sinceramente me da igual. Para mí lo importante es empezar, así que empezaré… dudando. Pues no sé cuánto tiempo viviré, no sé qué hago aquí, no sé a dónde voy, no sé quién soy; ni siquiera sé porqué estoy escribiendo esto. Todas estas incertidumbres me matan y al mismo tiempo me dan vida, una vida llena de preguntas. Algunas son sencillas, otras me quitan el sueño.
¿Cuánto tiempo nos cuesta asimilar un gran cambio en nuestra vida?, ¿cómo llegamos a conseguirlo?, ¿y por qué no estamos preparados para los cambios? Por supuesto yo no tengo la respuesta para cada pregunta, si no de qué me sirve planteármelas.
Quizá nunca consiga contestarlas. Podría decir que con la experiencia, madurez y actuación adecuadas lograría averiguar cuánto, conocer cómo y desvelar porqué, pero dudo tener el valor necesario para afirmar tal locura.
Es abrumador saber que durante toda nuestra vida soportamos reveses inesperados, y aún así no somos capaces, después de todas esas vivencias, de encajar el cambio más previsible de todos. La muerte.
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Oía varias voces que me llamaban: <<despierta mamá>>…<<Alicia>>… Me desperté y me encontré a mi hijo y mi marido con gesto muy preocupado. <<¿Estás bien?>>, me decían, <<te has quedado dormida>>. Abrí los ojos y me vi sentada en una butaca de una gran sala, a la cual no sé ni cómo llegué ni cuándo.
Aquel era un sitio muy extravagante. Los halógenos estaban en el suelo en vez de en el techo, las macetas estaban en el techo en vez de en el suelo y las escaleras no llevaban a ninguna parte, acababan en las paredes sin una puerta que abrir. Penetraba una intensa luz blanca que iluminaba toda la sala dejándome más desorientada aún. Era… un museo.
Notaba algo extraño; una tranquilidad cálida que me adormecía. Como si el naranja de las paredes me envolvieran para atraparme y así formar parte de ellas.
Me explicó mi marido que habíamos ido a aquel museo con mi hermana, porque a ella le comentaron que estaba muy bien. Pero… ¿mi hermana? <<Se ha ido a ver un cuadro>>, me dijeron.
Tardamos en encontrarla. Aunque el museo parecía pequeño, se me hizo muy grande conforme caminaba en él. Estaba con mi marido, mi hermana y mi hijo, y a pesar de que sabía que eran ellos, percibí algo raro.
Quería irme del museo y no sabía muy bien porqué. Pero mi hermana y mi marido se negaron, <<te recomiendo que veas la exposición hermanita>>… <<debemos ver la exposición Alicia, ya que entramos…>>, dijo mi marido.
Sin embargo, mi hijo quería irse a toda costa. Llegando a llorar para lograr su objetivo, actitud poco frecuente en él.
No obstante, además de mi repentina aparición en ese escalofriante museo, la negativa de mi marido y hermana a irnos y el comportamiento insólito de mi hijo, advertí algo mucho más inquietante… su vocabulario. Pues mi marido empezaba a chirriarle la palabra “debemos”, y lo mismo le pasaba a mi hijo y hermana, los cuales repetían insistentemente “te recomiendo” y “quiero” respectivamente.
Mi marido y mi hermana nos bombardeaban a mi hijo y a mí, <<vamos, debemos ver la exposición antes de que cierren>>… <<sí, vamos. Vas a aprender mucho con ella>>. Parecía que uno lo hacía por obligación y la otra por mostrarme una cosa importante.
En cualquier caso me fui, les pedí que me dejaran en paz para recolocarme mentalmente; en realidad iba a buscar una salida, no soportaba más esa insistencia surrealista. Pero no encontraba ninguna salida, entonces fue cuando me asusté de verdad. Me dije a mí misma que simplemente estaba nerviosa, y me agobié más aún.
Me negué el que no pudiera salir de aquel dichoso museo, me lo negué con todas mis fuerzas a ver si se hacía realidad. Y como era de esperar no solucioné nada y rompí a llorar.
Me encontraron llorando acurrucada en una de esas puñeteras escaleras que no llevaban a ninguna parte.
Ni se inmutaron al verme sollozar. Permanecieron firmes, pétreos ante mi lamento. Solo mi hijo se arrodilló ante mí; pero no para consolarme, si no para decirme que el también quería irse.
<<No le hagas caso Alicia>>, y lo agarró mi marido fuertemente del brazo.
<<Buscabas la salida hermanita>>, me dijo risueña. <<Tienes que ver y comprender la exposición para conseguir encontrar la puerta>>. Y me di cuenta de la locura que me había dicho mi hermana, puesto que yo ya había recorrido el museo en busca de la salida; en esa búsqueda observé que los cuadros estaban en blanco, y las esculturas solo eran piedras brutas sin forma.
¿Como sería posible entender unas obras que no existen?
Arremetí contra ellos. Gritándoles, amenazándoles, empujándoles, intentando convencerles de que no había exposición. <<No hay obras>>, decía cada vez más angustiada. Hasta que salí corriendo.
Corrí lo más rápido que pude. No sabía hacía dónde estaba huyendo, solo sabía que huía… hasta que vi un cuadro. <<No está en blanco>>, dije casi con alegría. Y de hecho, al lado había otro cuadro que tampoco estaba en blanco.
En el primer cuadro se vislumbraba una lluvia tormentosa que le daba un ambiente triste y lóbrego. En el segundo solo logré ver la sombra de un niño que avanzaba hacía una luz cegadora.
<<Por fin puedes entender las obras>>, me dijo mi hermana llegando por detrás. <<Sí, pero solo puedo ver estos dos cuadros>>, le conteste con la voz entrecortada por el susto de su aparición tan espontánea. <<Si en lugar de huir aceptaras de una vez ver el museo, podrías ver todas las obras>>. <<Si ya he visto el museo>>, respondí muy segura. <<No. Has recorrido el museo buscando una salida. Y ahora te pido que recorras el museo para llegar a ver las obras, y así entender lo que quieren decir>>. <<¿Dónde están mi marido y mi hijo?>>, le comenté. <<Siguen discutiendo. Uno diciendo lo que quiero hacer, y otro imponiendo lo que se debe hacer>>. Mi hermana me cogió de la mano, y al final acepté ver la exposición.
De todas formas qué podía hacer.
Por primera vez, pude relajarme en aquel maldito museo. Todavía no entendía las obras pero capté una peculiar belleza en ellas y el museo. Aunque no observaba nada en ellas, me di cuenta que estaban puestas en una determinada posición. Así que me alejé lo suficiente y… para mi asombro, leí con una increíble nitidez la palabra “accidente”. Mi hermana me sonrió, y de repente, todas los cuadros dejaron de estar en blanco para mostrarme unas imágenes que me eran familiares.
En los cuadros aparecía mi marido, mi hermana y mi hijo. Como nos preparábamos para ir al museo, y como los dos últimos cuadros del “accidente” eran aquellos que pude describir desde un principio.
Ya recordaba todo. Tuvimos un accidente de tráfico de vuelta a casa, cuando abandonamos el museo. Entonces giré ciento ochenta grados y contemplé el verdadero museo; con sus halógenos en el techo, las macetas en el suelo, y unas escaleras coherentes que no chocaban con las paredes.
<<Así que… mi marido, mi hijo y tú… ¿quiénes son ustedes?>>, pregunté con más curiosidad que con miedo.
<<Somos tú>>, respondió mi hermana… o por lo menos un espejismo de ella.
Me señaló con el dedo índice hacia una puerta; era la salida.
Me acompañó hasta ella, <<¿qué hay al otro lado?>>, pregunté.
<<Soy tú. Si tú no lo sabes… yo tampoco>>. Atravesé la puerta y me cegó una luz muy fuerte. Como si al otro lado de la puerta estuviera el sol esperándome.
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