La inteligencia supone ciertas aptitudes fáciles de establecer: memoria, comprensión, comunicación... pero dejamos de lado la creatividad. Por desgracia, no se puede enseñar a ser creativo, y aunque así fuera, en la educación pública parece interesarles bien poco la creación original de sus alumnos. Atrofiándose irremediablemente esa aptitud de la inteligencia tan única e infravalorada.
¿Son más inteligentes las personas que saben resolver problemas matemáticos, o las personas que saben componer, de la nada, una canción? La creación nos hace únicos. Somos capaces de alterar y modificar nuestro entorno con nuestra creatividad. El espíritu creativo te atrapa y te embriaga con sus infinitas posibilidades y su tierno aroma a desafío.
La creatividad proporciona liberación a nuestra inteligencia, plasmándose la misma en el mundo físico, tangible, observable. La inteligencia nos da la creatividad. Y la creatividad nos ofrece que, desde la nada, hagamos todo.
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