Nuestro vagabundo se resguarda en un zaguán para huir del calor insoportable de un verano demasiado cálido. Sorteando poco a poco el sol entre las sombras de los edificios, camina sin rumbo para encontrar alimento. Sabe que es difícil encontrar nada que llevarse a la boca, las calles están muy limpias y los contenedores bien cerrados, como si los demás no quisieran que nuestro vagabundo sobreviviese a este día.
Sigue caminando, cansado por el ejercicio y exhausto por el calor. Se acomoda entre los arbustos de un parque, están templados. Poco a poco un niño se acerca, con la inocencia que solo sabe dar los pocos años de existencia. Le ofrece a nuestro vagabundo un zumo que ni siquiera a probado, dejándolo caer para que pueda ser aprovechado por nuestro desvalido trotamundos. Y mientras se alimenta, el niño acaricia suavemente la cabeza del hambriento pero agradecido vagabundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario