Experimento un cosquilleo tierno
en la extrema inocencia de mi piel.
Me transporta a una idea feliz
como el cantar de un laúd parrandero.
Alcanzo lo inalcanzable oscureciendo
mis ojos. Y caigo profundo cuando
ilumino la oscuridad.
Rompiendo en mil pedazos mi respiración,
escapando a la atmósfera mil bocanadas
de joven iluso.
Ese joven iluso ilusiona a los demás
ilusionándose, y termina por camelar
su cariño.
Pero camelar no significa poseer,
algo que al joven le cuesta entender.
Sin embargo, no es necesario que
entienda ni acepte nada. Haber
experimentado ese cosquilleo
completa una alegre vida, que se
muestra burlona ante la fría realidad
de la madurez mal comprendida
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