Recorro mi cerebro buscando una fantasía. Una fantasía completa y verosímil. No es necesario que sea perfecta, no prentendo eso. Lo único que deseo es satisfacer las carencias que no puede cubrir mi realidad.
Esa fantasía me lleva a todos los lugares imaginables e inimaginables. Cumple deseos, mitiga complejos, tolera perversiones, aplaca frustaciones. Esa fantasía se vuelve realidad por un segundo, y su eco retumba en las paredes de mi mente.
Esa fantasía es poderosa. Es capaz de hacerme empatizar con ella, alegrándome o entristeciéndome, mientras aún vivan los detalles. Extiende mi horizonte de muy lejos a inalcanzable, y me hace ser consciente de lo pequeño que soy.
Más tarde o temprano, la realidad reclama mi atención; la fantasía se disipa como la oscuridad en el amanecer. Y la cosecha de mi imaginación pasa a ser fruto del olvido.
Me parece injusto no poder comentar con libertad en este blog.
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