Nuestro vagabundo pasea por una ciudad embriagada de primavera; sol, temperatura agradable, flores por doquier. Disfruta de las vistas, y sobre todo, disfruta del paso del invierno, que hasta dentro de unos meses no volverá.
Desea compartir este día tan dichoso con alguien, aunque sea un desconocido. Por eso se dirige a un parque lleno de gente; niños jugando con la pelota, padres hablando del buen tiempo que hace.
Nuestro vagabundo se convierte en espontáneo e improvisado jugador. Los niños le tiran la pelota y él va a buscarla felizmente, devolviéndola con la misma alegría con la que fue buscarla. Dejando para más tarde la necesaria y diaria tarea de alimentarse para sobrevivir.
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