La luz se refleja en tus ojos
como en un charco poco profundo.
Tempestad escondida en tu sien
que atisbo en tu mirar iracundo.
– ¿Equivocado estoy? – pienso.
– ¡Equivocada está! – grito.
Y con mis labios musito,
– equivocado está ninguno.
No es solo el rechazo
quien atraviesa el agujero de tu indiferencia.
No es solo la intriga quien construye tu férrea ciclotimia.
Es la corrosiva e intrínseca esperanza
que aguardo dentro de mis suspiros gélidos.
Es la obstinada sin razón de mi ello
que ansía tu sexo famélico.
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